El dilema del bife con mixta

¿El tomate esta vivo cuando lo comemos? ¿Y el bife?

Un churrasco yace, desnudo pero cocido, en el plato. Yo creo que es carne muerta. No hay resignación que pueda compararse a los ojos de la vaca, mansos e inquisidores, justo a la altura de nuestras ventanillas. Trago humano, trago amargo, carne muerta. ¡Cómo se parecen esos ojos a los nuestros! Sobre este churrasco yaciente aparece, cruda y feroz, toda la ideología violenta de Occidente.

La vaca es humana y su churrasco, doliente. El tomate, en cambio, no es tan clara la vida del tomate ni es tan clara su muerte. El tomate que rueda en mi plato, ¿está vivo? ¿está muerto? ¿puede agonizar, a pesar de no tener ojos padecientes? Junto con este tomate, rojo como nuestras vergüenzas, aparece la posibilidad de arrancar de raíz la culpa de toda violencia.

Es como si vivir fuese vivir de la vida de otro, y como si la superioridad de las formas estuviese dada por los sistemas nerviosos, las sangres hirvientes y las buenas morales de los seres sufrientes. Es como si la superioridad de la vida se explicase por la brutalidad de dar muerte: arrancar de tallo, arrancar de raíz, arrancar a cuchillo, a mazazo, a mordida, arrancar la vida de un tirón para alimentar nuestra razón nerviosa. Todo con el corazón en la boca, midiendo a criterio de grito y sangre, ¡cómo se parecen esos gritos a los nuestros!

Qué crecido está el pasto, ¡cortalo! El pasto se parece al pelo de los animales o a las uñas de los humanos, no a sus cabezas. Quizá por eso no está bien visto cortar una cabeza, porque no vuelve a crecer. Las plantas, en cambio, no cesan de desarrollarse y multiplicarse y generar nuevos órganos y regenerar las partes que les arrancamos de tallo y de raíz a tirones. Arrancar la cabeza de un cuerpo parece conducir a una mutilación irreversible, no así con el tomate. Las plantas no miran, no gritan, no sufren, nos alimentan y se regeneran, podrían vivir sin nosotros pero no a la inversa. ¡Qué belleza la soberanía vegetal, que de tan inteligente parece artificial!

El churrasco está nervioso, el tomate no. Somos como el churrasco, todos desnudos, cocidos y nerviosos. Sobre estos churrascos yacientes que somos, aparece violenta la ontología sanguínea de Occidente: a sangre se vive, a sangre se juzga y a sangre se muere. El estado vegetativo no es más que una calma que espera la desconexión de la muerte. ¿No es más?

En el desierto ruedan los cardos rusos, los forajidos lo saben. En el silencio del desierto ruedan las pelotas de paja, los que escapan de la ley lo saben. Estas plantas rodantes son tejidos muertos, a la buena del viento, dispersando semillas por la sequedad del desierto. Quien alcanza las justicias desérticas, sabe que hay plantas que contienen vida estando muertas.

Quizá no debamos estar tan seguros de nuestros juicios de vida y nuestras confesiones de muerte.

Corderita

Si querés tomarte el tema en serio y dejar de caretearla, buscá en estos textos:

  • Aristóteles. (1988). Acerca del alma. Madrid: Gredos.

  • Aristóteles (1992). Investigación sobre los animales. Madrid: Gredos.

  • Caillois, R. (2011). Piedras. Madrid: Siruela.

  • Descola, P. (2012). Más allá de naturaleza y cultura. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Calarco, M. (2008). Zoographies. The Question of the Animal from Heidegger to Derrida. New York: Columbia University Press.

  • Coccia, E. (2017). La vida de las plantas. Una metafísica de la mixtura. Buenos Aires: Miño y Dávila.

  • Derrida, J. (2005). “‘Hay que comer’ o el cálculo del sujeto”, Jacques Derrida entrevistado por Jean-Luc Nancy. Derrida en castellano, 2005.

  • Marder, M. (2013). Plant-thinking: a Philosophy of Vegetative Life. Nueva York: Columbia University Press.

  • Scheler, M. (2017). El puesto del hombre en el cosmos. Madrid: Escolar y Mayo Editores.

La tragedia del churrasco según Spinoza

Basado en su concepto de nociones comunes.